David Morales I.
“¡Eran nuestros hermanos y nos los han masacrado!
Con sevicia, para dar ejemplo, en macabra orgía:
Ferozmente nos han borrado su presencia,
El fuego que ardía en sus vidas,
A todo lo ancho, a lo largo de esa extensión mental que llamamos patria;
Frente a sus impasibles verdugos y ante su propio mundo, entre asquerosos improperios,
Su sangre ha sido derramada.
Sus destrozados cuerpos acusan al día, a la noche, al cielo, a la tierra,
Su soledad imprecante es un puño a Dios y al poder.
El cielo herido a cuchilladas, la noche llamarada roja,
El día azufre de fin del mundo:
La vida afrentada, desde su memoria sangrante, grita, aúlla desde sus heridas imposibles.
Se ahoga nuestro silencio cómplice ante la horrible noche –que es cualquier hora-, que no cesa.
Retrato desquiciado del bárbaro país.
No se cansa de repetir el trágico coro:
“¡Nos los han desterrado definitivamente! ¡Nos los han masacrado!..
Y eran también nuestros padres, nuestras madres,
Nuestros hombres, nuestras mujeres, nuestros niños.
Cada uno era el callado trajinar de los días entre sus manos callosas:
¡Eran la afirmación de la semilla y el fruto redondo…!”
No se cansa de repetir su trágico coro:
Nos los mataron y la tierra oscura, preñada de sangre como una chinche,
No soporta esa carga destrozada, ella, hecha para la semilla y el fruto redondo,
Para el alimento que sacia el hambre, que empuja al hombre por la vida.
En Trujillo los destrozaron, en Puerto Wilches, Carmen del Chucurí,
Y en Segovia, Andalucía y San Vicente de Chucurí,
En Montería, Granada, Medellín,
También en Bogotá, Fundación,
San Juan de Arama, San Sebastián y Ayapel,
Envigado, Puerto Nare,
En todas esas partes, sedientos de tierra, los asesinos hicieron su sangriento festín,
“…Y eran el callado trajinar de los días entre sus manos callosas:
Eran la afirmación de la semilla y el fruto redondo,
¡Y cómo duele de hondo su ausencia!”
En Remedios, Bucaramanga, Cali y Popayán,
Turbo, Simacota, Tame, Chaparral,
Santander de Quilichao, Segovia y el Guamal.
Mapiripan, Valdivia y Saravena
Bugalagrande, Bello, San Roque,
Carmen de Bolivar, Corozal,
Cimitarra, Pitalito, Riosucio, Momil,
Rio Frío, San Alberto, San Gil.
Unguía y Hacarí,
Patía, Carepa, Yacopí,
Cáchira, Mutatá, Valencia,
Altamira, El Espinal y Necoclí.
Piedecuesta, Pueblo nuevo, Florencia,
San José del Guaviare, Yondó,
San Carlos y Colosó,
Lebrija, Roldanillo, Apartadó,
Sincelejo, Bolívar, Pasto, Totoró.
“…Y eran también nuestros padres y madres, nuestros hermanos,
Y nos los han desterrado definitivamente, nos los han masacrado impunemente…
¡Y como es de hondo el dolor por su ausencia…!”
También en Barranquilla, Puerto Parra, Tierralta,
San Calixto, San Alberto, Planadas,
Los Palmitos y Mesetas,
En Corinto y en Coyaima, en Dabeiba y en Sevilla.
En Puerto Wilches, Paime, Caucasia,
Puerto Libertador y Girardot,
Valledupar, Miranda y San Martín,
Buenaventura, Mocoa y en la Celia,
En Pereira y en Vianí, en Prado y el Macanal.
Sabana de Torres, Vista Hermosa, el Cubarral,
Miraflores, Campo Hermoso, El arenal,
En Puerto Parra y Pivijay
“¡Ay, ay! ¡Definitivamente de la vida nos los han desterrado!
A nuestros hermanos en sangre de país nos los han masacrado!
Y como la memoria lucha contra el olvido, por lo que fue presencia…
Y en San Pedro de Urabá, San Eduardo, en Dolores y Trinidad,
En Turmequé, Florida, e Itaguí,
En Dagua y Ansermanuevo,
En chibolo, Girón y Jambaló,
En Manizales y en Yalí,
En Aguazul, Cisneros y Becerril,
En Ituango y en el Tambo,
En Cúcuta, Ocaña y Cimacota,
En Lebríja y Convención,
En Paz de Ariporo y en Soacha,
En Belem de Umbría y Cocorná, como también en Sonsón.
En la Cumbre, Cartagena y el Castillo,
En Herveo y en Matanza
También hubo la matanza.
En Caldono –el Tablón- , en el Cauca,
En Caloto y Acacías,
En Magangué y la Dorada,
En el Tarso y en el Dovio,
En San Andrés de Sotavento, San Jacinto y Acandí.
En San Sebastián de Buenavista y también en el Coclí,
En Cañasgordas, Marsella, y Sahagún.
“Ay, qué palabras tan llenas de música secreta
Y cómo, en un instante, las acallaron las armas homicidas,
Cómo arrebataron de ellas la vida, la sonoridad…, su sabia presencia.
¡Definitivamente de la vida nos las han desterrado!
Y como es de hondo el dolor de su ausencia…
También en Ortega y en girón,
En Ovejas y en el Zulia,
En Santa Catalina, en Puerto Escondido.
En Arjona y Sardinata,
En Caldas de Antioquia y en Canalete de Córdoba,
En Santa Bárbara, en Barbosa y en Morales,
En Sogamoso y Restrepo,
En la cuchilla del Tambo, en Támesis y en El Tarra,
Puerto Gaitán y Puerto Parra,
En Aracataca y Chipaque,
En Astrea, en Cumaral,
En San Juan Nepomuceno, en Cerrito –Santander-.
En Yumbo y Patía, Cauca,
En San Pablo de Borbur y en Chalan,
En Carcasí, Arboletes, Jamundí.
Y cómo acallaron su música secreta las armas homicidas
Y eran la afirmación de la semilla y el fruto redondo,
¡Y cómo es de hondo el dolor de su ausencia!
Y sedientos de tierra y sangre, los poderes asesinos siguieron
Su tenebrosa orgía insaciable
La hicieron en Nunchía y en Salgar,
También en Curumaní, en el Rosal
En Campamento y Majagual,
En María la Baja y el Banco,
En Mahates y Caramanta,
En Tunja y en el Retiro,
En Talaiga Nuevo y en Pauna,
En Sibaté y Aguachica.
En Aratoca, en Tumaco,
En Marinilla y Fredonia,
En Copacabana –Antioquia-, En Tolú Viejo y Palestina
En San Carlos de la Guaroa, en Silvia y Santa Isabel,
En La Estrella y Fuente de Oro,
San Rafael y en el Guarne,
En Pailitas y en Betulia,
En Ibagué y Montelíbano,
En Urrao, Albania y San Luis,
En San Marcos y en Ocaña,
Planeta Rica y Chinchiná,
En Orito, en Arauquita y Valdivia,
En Purísima, y Tenerife,
En Buga, en Ponedera y el Cairo.
En Sampués y los Palmitos,
En Villa del Rosario y en El Cerro de San Antonio,
En Ipiales y en La Sierra.
“¡Ay, definitivamente de la vida nos los desterraron,
Qué palabras tan llenas de música acallaron,
¡…Y es tan dura su ausencia!”
Y siguieron su macabra obra
En La Guajira, en La Gloria y en Curillo,
Y de nuevo fue en Trujillo,
Y en la vereda Alaska del pueblo de Guacarí.
En La Gloria y la Virginia,
En Pedraza y en Ortega.
En Valencia y en Olaya,
SantaRosa de Cabal y en Pailitas en Cesár,
En La Esperanza y Rioblanco,
En El Peñol y Sapatoca,
En El Ábrego, en El Guamo y en Quipile,
En Pácora y Sotará,
En Acandí y en Gamarra,
Y en Uramita de Antioquia…
“Y cómo vivir con esto si eran la afirmación
De la semilla y el fruto redondo…
Y cuán hondo cala en mi corazón su ausencia…
Pero duele más de esta vida informe, de esta horrible noche,
La indiferencia multiforme ante la tragedia…
…También en Suarez, Caicedo, y de nuevo en Juradó,
En Padilla, en Yolombó,
En Andes y Carmen de Viboral,
En Cáchira, Venecia y San Jacinto,
En Samaná y Salazar,
Como también en Frontino, en Codazzi y en Copei,
Hispania y Ariguaní. En Bosconia y en el Paso,
En Maceo y Vegachí, y también en Achí.
En Morroa, Suan y Abreaquí.
En la Paz y en anorí,
En Fusa y en Piendamó
En Orocué y el Tibú, también en Titiribí.
En Capitanejo, en Tello y en Ragonvalia
-que es nortesantandereana-,
En Marquetalia y en Santa Ana.
En Sabanas de San Ángel,
Y en Güepsa, en la vereda el rincón,
En Natagaima y Marinilla,
En Palmira y Pensilvania, en Chigorodó
Como también en Quibdó,
En teorama y Timaná,
En mercaderes y El Águila,
En Aranzazu y Venadillo,
En Quinchía, Cravonorte y Cantagallo,
En Cicuco y en Luruaco,
En Río Quito y Guamuéz
Y en Landázuri y Falán,
Como en San Benito Abad,
Concordia y Villa Garzón,
En Vélez, Chima y Cumbal
¡Ay, los desterraron de la vida!
¡Que palabras tan llenas de música acallaron,
Y cómo es de honda su ausencia!
Y no paró la matazón
También en Ubalá y en Armero,
Y en la Zona Bananera,
En Viotá, en Suaita y San Antero.
En Ataco y Casabianca,
En Isnos y Tibacuy,
Algeciras, Zapayan y Turbaná.
En Todos más de una vez
Y eso solo hasta el dos mil tres…
“Eran nuestros padres, madres, hermanos,
A todos los torturaron en cada rincón de esta tierra,
-Parece que a nadie aterra, que ante sus ojos sucediera-.
Y qué palabras de música secreta acallaron, cómo los silenciaron,
Ellos, el callado trajinar de los días entre sus manos callosas…
Y cómo vivir con esto si eran la semilla de los frutos por venir,
Nuestros semejantes, nuestra identidad, una razón de existir…
Cuantas conciencias encharcadas en sangre, por lo alto y por lo bajo,
Cuanta hambre monstruosa de tierra y ferocidad en las manos…
-Parece que a nadie aterra que tuvieran motosierras-.
¡Y eran nuestros hermanos de la vida desterrados
Definitivamente, ¡Torturados, masacrados…!
Y cómo vivir con esto, con lo hondo de su ausencia,
Definitivamente cómo… ¡Y cómo vivir con esto!